Hoy damos la bienvenida en nuestro blog a Alejandro, nuestro entrenador personal en Gijón, que se encarga desde hace pocos meses, y en nuestras nuevas instalaciones, de poner a punto los cuerpos de nuestros pacientes utilizando métodos de entrenamientos no invasivos, no destructivos y si efectivos.
Además de la pasión por su trabajo en el departamento de entrenamiento personal, de todos es sabido que participa en muchas pruebas físicas durante todo el año, nos representa y consigue sus retos y objetivos en pruebas extremas como la que hoy nos cuenta.
Esperamos que os guste, solo de leerlo pone los pelos de punta.
By Alejandro Torre, Nespral Sport Club.
Desde hace mucho tiempo, ya tenía ganas de enfrentarme a un reto extremo a nivel deportivo, algo que me hiciera llegar a límites mentales y físicos extenuantes. Sin tener idea alguna de como sobrellevarlos o afrontarlos, si acabaría bien o mal, simplemente por vivir una experiencia que me exigiera darlo todo.
En una disciplina nueva para mí, bicicleta de carretera, y comenzando desde cero, en el mes de abril ya fijé el objetivo de correr esta marcha cicloturista con el objetivo de conseguir acabarla disfrutando al máximo de la experiencia.
Nunca había superado la barrera de los 200 km entrenando, y mucho menos acercarme al desnivel positivo de 4500 metros, pero para eso me había entrenado e ilusionado solo con cruzar la línea de meta.
Línea de salida, 8:00 de la mañana, el sol saliendo por el horizonte, justo encima del mar, la silueta de las montañas nos deja ver que será un continuo sube y baja, nervios por saber si estaré al nivel o no, y suena la salida, un gran grupo de ciclistas se embarca a pasar el día encima de una bicicleta.
Comienzan las primeras subidas y no me dejo llevar por el grupo, sé que mi nivel está por debajo y si me dejo llevar por ellos, acabaré quemando mis cartuchos. Todo es incertidumbre durante las primeras horas, hasta pasar el primer control horario y saber entonces si estoy en ritmo o no, no podía dejar de comer ni beber, algo fundamental en este tipo de carreras en bici ya que si el “tío del mazo” aparecía, difícilmente iba poder seguir y terminar la carrera.
Paso el primer control en el km 76 y la cosa se tranquiliza, veo que voy en ritmo, las piernas acompañan y las ganas siguen, ya sin nervios en el cuerpo, ruedo más tranquilo y con más confianza, pero sé que no puedo relajarme mucho porque mi ritmo va justo al pasar los controles de tiempo, así que no paro más que a rellenar el bote de agua y continúo pedaleando sin mirar atrás.
De bien nacidos es ser agradecidos, desde aquí un recuerdo a un amigo que me ayudó durante toda la carrera viajando en Vespa, él es quien me va pasando comida y bebida para mantener mis niveles de alimentación e hidratación, así das gusto correr, gracias compañero.
Más de la mitad de carrera hecha, las piernas ya pesan y el ritmo no va igual, queda lo más duro, dos puertos de montaña, siendo el segundo el peor con 14km de subida, y ya son 190km en las piernas. Sin cesar de pedalear, voy comiendo y bebiendo para afrontar ambas subidas, y a la vez me animo a mí mismo pensando que son ya pocos kilómetros los que quedan y una vez arriba pasaría lo peor.
Afronto con ganas el inicio, pero el cansancio hace mella y el cuerpo no va igual que antes, la mente se vuelve en tu contra jugándote malas pasadas, pero esto ya lo sabía, era el peor sitio de toda la carrera, lo importante era no parar y seguir. Distraerse con un Suizo hablando de lo divertido que podía ser la isla, contar cuantas motos pasaban u otras muchas cosas que me distraían en ese momento, eran algunas de los temas que pensé en ese momento tan duro, pero el caso era no pensar y solo pedalear. Una vez arriba coges aire, cierras los ojos y solo ves la meta, 30 km que supieron a gloria, con ganas, repechos forzándote de pie porque sabía que nada me frenaba, adelantando poco a poco a compañeros que se les hacía duro, con lo que mi moral subía, disfrutando como quería acabar, ¿la verdad? no me lo creía.
Últimos kilómetros sonriendo como un niño, estaba acabando lo que me propuse, el sufrimiento tuvo su recompensa, nunca cruzar un arco de meta me supo tan bien, tan trabajado, tan soñado.
Diez horas y cuarenta minutos después, volvía al punto de origen, lleno de sal por todo el cuerpo, con fatiga general enorme, las piernas duras y con una sonrisa enorme. Es increíble la capacidad humana a donde puede llegar, como la confianza y seguridad en uno mismo hacen que se supere físicamente todos los límites, al menos los míos.
Espero que esta pequeña hazaña personal ayude a mis alumnos para que día a día se superen ellos mismos con sus objetivos personales, no hay que ponerse barreras, solo tender caminos.